La Aripuca: ecoturismo en Iguazú

(Por Patricia Veltri).-

La aripuca es una trampa hecha con ramas, utilizada hasta hoy por los pueblos guaraníes de la región Litoral. Tiene forma de pirámide o casita que se apoya inclinada y sostenida en un borde por una ramita. El mecanismo, muy simple, está diseñado para que un animal pise el palito y quede atrapado dentro de esa pirámide o casita. Tiene la particularidad de que la presa no se lastima. El cazador evalúa sus características, como si está preñada, y decide si la libera o no.

Otto Waidelich, ingeniero agrónomo oriundo de Montecarlo (ciudad ubicada a unos 200 km de Posadas, capital de Misiones), lo tomó como alegoría para un emprendimiento eco-turístico inaugurado hace 20 años, que se ubica en Iguazú: “Los humanos estamos construyendo nuestra propia trampa. Es momento de parar y hacer algo para revertirlo”, advierte.

La obra de Waidelich demandó 40 maquetas, 4 años acarreando troncos y madera, 1 año y medio de armado.

Lo que fue y queda

El total de la Selva Misionera -compartida por Argentina, Brasil y Paraguay-que existía en el año 1900 abarcaba 47.120.400 hectáreas. Hoy queda sólo el 7%. ¿Las causas principales? Desmonte para monocultivos y extracción indiscriminada de madera sin reforestación.

Misiones es la segunda provincia más pequeña del país después de Tucumán y la que concentra la mayor biodiversidad de la Argentina.

Otto se propone hacer su aporte para resguardar ese patrimonio natural de todos y difundir conciencia antes de que sea demasiado tarde.

Por eso, su emprendimiento La Aripuca es en esencia una metáfora: la construcción principal dentro del predio de 2 hectáreas que visitan los turistas reproduce la trampa guaraní a gran escala con 17 metros de altura, levantada con troncos gigantes (en la selva los árboles pueden alcanzar los 45 metros de altura) de 30 especies nativas representativas de la Selva Misionera, que pesan entre todos 500 mil kilos.

Esos troncos fueron transportados en camiones de a uno. Tienen desde 400 a 1.000 años, medidos por sus anillos. Ninguno fue talado. Fueron derribados por rayos, o estaban en pie pero muertos al cabo de su vida útil o fueron comprados a aserraderos que los convertirían en muebles.

Los visitantes pueden caminar por dentro de esa construcción y subir una escalera. Todo conduce por la sucesión de troncos con sus nombres: araucaria, peteribí, cedro misionero, lapacho abá, timbó (que los guaraníes usaban para construir las canoas), palo rosa, azota caballo, incienso, marmelero, mora amarilla, guayubira, ibirá pitá, lapacho negro, samohú, alecrín, guaicá, laurel, hasta completar las 30 especies.

Portón de entrada con troncos de ybirá-pitá

El ingreso a La Aripuca es a través de un arco formado por dos gigantescos troncos de ybirá-pitá. El de la izquierda tiene 1.000 años y 15 metros de altura, está ahuecado por hormigas termitas, donde uno puede meterse. Parece una cueva estrecha. El otro, tiene en su interior también hueco un teléfono público que funcionó hasta hace muy poco.

En el predio hay varias construcciones, aparte de la que reproduce  la trampa guaraní. Hay un espacio multiuso hecho con cañas tacuara con mesas a disposición de los turistas que quieran tomar una merienda y donde los músicos ofrecen su arte a la gorra, por ejemplo tocando el arpa.

También hay una gruta del culto católico y un espacio construido con piedras donde se venden muebles artesanales hechos con raíces. Una heladería dentro del hueco de un tronco donde se elaboran sabores como yerba mate o de flor rosella.

Hay una tienda de souvenires construida a semejanza de las viviendas de los guaraníes con el piso elevado para aislarla de la humedad, los insectos y serpientes. Entre otros productos artesanales, allí venden alfajores de harina de mandioca, miel silvestre, una confitura y caramelos elaborados con madera y un dulce hecho son sépalo (la parte que recubre al pimpollo) de rosella. Además, hay artesanías fabricadas con hojas de palmera, maderas recuperadas, lianas o semillas.

También hay un espacio cedido a las comunidades guaraníes para que comercialicen sus artesanías.

Al cabo del recorrido guiado por su propio mentor Otto Waidelich, da un dato contundente: “Con los árboles que se perdieron, se podría haber construido una ciudad entera”.

Apadrinar un árbol

Un modo de hacer un aporte personal a la causa de preservación de la Selva Misionera es mediante un Programa de Apadrinamiento. Cualquier persona, donde viva, puede serlo de un ejemplar que supere los 10 años de vida y hacer su seguimiento. Para ello hay que llenar un formulario que figura en la página web de La Aripuca www.aripuca.com.ar

Datos útiles:

Ubicación: Ruta 12 Km 4 ½ -Puerto Iguazú, Misiones-

Horario: todos los días, de 8 a 18.30

Entrada: $110 con visita guiada de 1 hora. Menores de 8 años no pagan.